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De nuevo, sistema monetario universal (página 2)




Enviado por Jaime Castañe



Partes: 1, 2, 3

Cuando las cosas en su vida parecen ser casi demasiado para ser manejadas, cuando 24 horas en el día no son suficientes, recuerden el tarro de mayonesa… y el café… «Y yo deseo agregar, puesto que este escrito no es mío, que es muy conveniente que se avance con sentido común, paso a paso y en orden, pues las cosas deben llegar después de haber completado etapas preliminares imprescindibles o se correrá el riesgo de no poder realizarlas».

Un profesor se detuvo frente a su clase de filosofía y tenía algunas cosas frente a él. Cuando la clase empezó, silenciosamente él agarró un gran y vacío tarro de mayonesa y procedió a llenarlo con pelotas de golf. Entonces el profesor preguntó a los estudiantes si el tarro estaba lleno. Ellos, los alumnos, afirmaron que estaba lleno.

Así, el profesor entonces cogió una caja de metras y las vertió dentro del tarro y lo sacudió ligeramente. Las metras rodaron dentro de las áreas entre las pelotas de golf. Entonces él, preguntó de nuevo a los estudiantes, si el tarro ahora estaba lleno. Todos acordaron que sí, que estaba lleno. El profesor seguidamente agarró una caja de arena y también la vertió dentro del tarro de mayonesa. Por supuesto, la arena también lleno todas las partes vacías.

El preguntó una vez más si el tarro estaba lleno. Los estudiantes respondieron con un unánime Sííí… El profesor entonces preparó debajo de su mesa un par de tazas de café y también las vertió totalmente en el tarro de mayonesa, efectivamente llenó los espacios aún vacíos entre los granos de arena. Los estudiantes rieron a carcajadas.

Cuando las carcajadas disminuyeron, el profesor dijo: "Ahora quiero que reconozcan que el Tarro de Mayonesa representa su vida. Las pelotas de golf son las cosas más importantes por ejemplo: su Dios, su familia, sus hijos, sus verdaderos amigos y sus cosas apasionadamente favoritas, de manera que si todo lo demás de eso que acabamos de nombrar se pierde y solamente estas permanecen s9u vida aún estaría completa.

Las metras serían las otras cosas que dije tales como, su trabajo, su casa y su carro. La arena es cualquier otra cosa más de pequeña importancia o tamaño.

"Si ustedes ponen la arena primero en el tarro" continuó, "no habrá espacio para las metras o para las pelotas de golf. Lo mismo ocurre con la vida. Si ustedes desperdician todo su tiempo y energías en pequeñas cosas, nunca tendrán espacio para las cosas que son verdaderamente importantes para ustedes. Pongan gran atención a aquellas cosas que son críticas para su felicidad. Jueguen con sus hijos, hermanos. Tomen su tiempo para los exámenes médicos. Lleven a sus socios a comer. Jueguen otros 18 hoyos.

Siempre habrá tiempo para limpiar la casa y fijar las colocaciones. Ocúpense de las pelotas de golf primero, o sea, de las cosas que realmente son importantes. Establezcan sus prioridades. El resto es sólo arena.

Una de las estudiantes levantó la mano y preguntó que representaba el café.

El profesor sonrió "Agradezco que me lo haya preguntado. Es para demostrarles que no importa cuán ocupado su tiempo parezca estar, siempre debe haber espacio para un par de tazas de café con un amigo".

LA NECESIDAD DE UN BUEN EMPRESARIO

JUAN PROSPERIDAD Juan Prosperidad y su familia era una más de las otras cien de "Apartados", pueblo que vivía de la siembra, principalmente del maíz, pero debido a la escasez de agua del lugar, tenían que conformarse con una sola cosecha al año, pues había que esperar a la época de lluvias para regar sus sembradíos. El agua que consumía el pueblo se conseguía en las colinas cercanas, lugar que había que ir para lograrla y que representaba una inversión de tiempo de muchas horas al día.

Juan Prosperidad tenía una pequeña finca de unas cuantas hectáreas, la cual estaba más cerca del agua que las demás, pues colindaba con la colina por donde se deslizaba el río, pero, aún así, significaba una distracción de tiempo muy considerable.

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En uno de sus constantes viajes, reparó de nuevo en el hecho de que el río casi bordeaba el lado sur de la colina del lado de su finca, pero más adelante en sus "culebreos" enfilaba hacia el norte donde por fin se desplazaba hasta perderse camino al mar. Juan había pensado muchas veces que quizá podría desviar convenientemente una parte del constante caudal construyendo un canal desde el cauce hacia su finquita. La distancia era de un centenar de metros a lo sumo y ninguna otra propiedad tenía esta ventaja, tenía mucho trabajo que realizar diariamente pero el esfuerzo valía la pena, de modo que al fin se decidió y, ayudado por sus dos jóvenes hijos, emprendió la tarea de construcción. El trabajo era muy lento y pesado, pues tenía que alternar su labor diaria con la realización de la obra que se había propuesto, pero poco a poco, con el ardor y voluntad del que sabe va a obtener una gran recompensa, se fue acercando a su meta, hasta que por fin, después de muchos meses, el trabajo quedó definitivamente concluido. Toda la familia, esposa, padres, suegros e hijos estaban con Juan Prosperidad a la espera del golpe que rompería la débil barrera que separaba al río del canal, pasaron siglos en unos segundos, finalmente se derrumbó la tierra que servía de contención y el agua indiferente, empezó a deslizarse perezosamente al principio, como despertando de un sueño de muchos años. A medida que se humedecía la tierra, se fue deslizando con más rapidez hasta convertirse en un fluir normal y maravilloso.

Corrieron a toda prisa hacia la finca para solazarse en la contemplación de aquel milagro que tanto bien y dicha iba a traerles, llegaron sudorosos y jadeantes pero con una alegría desbordante, lloraban, reían, los sentimientos se confundían, unos a otros se abrazaron, se besaron, bailaron, en fin, liberaron todo su contento.

Durante el trabajo de construcción, Juan había pensado en mil formas de usar el agua, su mente ágil y despierta fue descartándolas hasta concentrarse en una sola, definitivamente era la mejor pensó, de este modo sacaría más provecho y ayudaría a "Apartados".

Al atardecer del día siguiente se dirigió al pueblo y en la Plaza Mayor encontró a muchos de los pueblerinos, tal como había supuesto, y así empezó su discurso:

-Apreciados vecinos, acérquense que tengo una gran noticia que darles -reunidos muchos de ellos en espera de sus comentarios, prosiguió-, como deben haber sabido por fin el agua ha llegado a mi finca, por lo tanto, nadie de este pueblo tendrá nunca más necesidad de perder largas horas cada día para conseguirla, en mi haciendita tienen y pueden surtirse de toda la que quieran… sólo les pido un favor, un muy pequeño favor, que me obsequien una hora semanal de su tiempo para trabajar en mi finca, no se arrepentirán, piénsenlo.

La verdad no había mucho que pensar, una hora a la semana de cien campesinos contra treinta de cada uno de ellos más la cooperación de algunos familiares a veces para conseguir el preciado líquido, era una magnífica oferta, obtener el agua en la finca de Juan Prosperidad era muy fácil pues prácticamente estaba en el pueblo y no significaba ninguna inversión considerable de tiempo.

Juan pensó que cien horas de labor a la semana podían construir muchas otras cosas. La primera fue un pequeño pero seguro embalse, el cual aseguraba el flujo y la fuerza de caída constante. Una rueda con aspas, una especie de noria, en el fondo de la caída del agua y debajo de ella, aseguraba que la misma girase constantemente además de suministrar agua a otros lados de la finca. Atravesaba a la rueda giratoria un eje que a su vez tenía un engranaje que se conectaba a otro y movía otro eje hasta que una piedra giraba y servía de molino, en él se podía moler todo el maíz que se deseara, lo cual significaba un ahorro de trabajo agotador. Por el uso del molino a todo el pueblo, pidió una hora más a la semana y como seguía siendo un gran negocio así fue convenido.

La facilidad de contar con mano de obra sin costo facilitó la fabricación de aserraderos, herrerías, alfarerías y por el servicio de ellas pedía algo de su tiempo que no era mucho pero que cada vez ayudaba más. Sólo faltaba construir una nueva escuelita y el necesario sistema de riego para las fincas del pueblo, de manera que todos se pudieran beneficiar de cosechas más productivas, abundantes y así continuar hasta que el bienestar general, emanado del trabajo productivo, llegara a todos los hogares de "Apartados".

Pero no contaban con Juan Agite, quien había observado con interés los cambios que se iban produciendo en toda la comunidad. Con una idea en mente, trató de capitalizar este auge a su favor. Agite era un hombre decidido, de palabra fácil, tenía carisma e irradiaba confianza, adornado con estos atributos decidió obrar. Una tarde, cuando la mayoría del pueblo solía reunirse en la plaza Mayor para conversar, distraerse y cambiar impresiones, los abordó y con su fuerte voz de barítono empezó a hablarles con un clásico discurso:

-¡Ciudadanos, compañeros! ¿Cómo es posible que el Sr. Prosperidad siga explotándonos con una hora al principio y cuatro actualmente de nuestro tiempo a la semana? ¡Esto es inaceptable! Nosotros no somos unos incapaces, hemos demostrado que sabemos trabajar sin que nos esclavice nadie, somos muchos más y podemos hacer lo mismo sin pagar ni un minuto de nuestro tiempo a nadie. Yo propongo que desviemos el agua hacia un lugar donde podamos surtirnos todos y, una vez construido un vertedero, ya no tendremos que trabajar más. Todo lo que necesitamos es empezar, yo me ofrezco para dirigirlos hasta que se termine la obra y después será de todos nosotros. ¡Manos a la Obra! Mañana los espero aquí en la plaza. ¡Que levanten las manos los que estén de acuerdo y los que no que sigan trabajando como esclavos toda su vida!

Hubo un momento de silencio, pareció que se prolongaba hasta la eternidad, de repente, muy tímidamente, unas pocas manos se levantaron en señal de aceptación, después fueron otras y al final casi la mitad había decidido por Juan Agite.

Al día siguiente, tal como se había convenido, se reunieron a primera hora de la mañana para escuchar las ordenes de Juan Agite, pero ya los estaba esperando, los dividió en tres grupos para que rindiera más el tiempo así tendría tres horas seguidas aunque de menos gente en cada turno, de modo que con las herramientas, picos, palas y azadas, emprendieron la marcha hacia la colina donde buscarían el lugar más conveniente para empezar a trabajar, después se les uniría el segundo grupo y más tarde el tercero.

Así marcharon las cosas hasta que a los pocos días Juan Agite, quien no trabajaba sino sólo supervisaba, los llamó para decirles que él estaba trabajando mucho más que ellos porque tenía que planificar, coordinar los grupos, el tiempo para cada tarea en fin una cantidad de labores que le ocupaban todo el día y muchas veces hasta los días de descanso, por lo tanto el creía justo que todos le pagaran una módica cantidad que no arruinaría a nadie y así el podría seguir supervisando la obra. Cuando se terminara ya no tendrían que pagarle más.

Con su facilidad de palabra y como ya estaban involucrados, los campesinos tuvieron que aceptar, no era tanto lo que pedía así que no pareció molestarlos demasiado.

El caso es que Juan Agite cada vez iba menos y a veces pasaban días enteros sin presentarse, argüía que estaba planificando nuevas obras para la comunidad y que esto le quitaba el tiempo.

Por fin se terminó la obra y fue celebrada con el aporte en dinero de cada uno, definitivamente ya tenían un sitio adonde ir a proveerse de agua, pero en la inauguración el Sr. Agite les lanzó uno de sus explosivos discursos populistas:

-¡Compañeros, Paisanos, hemos trabajado muy duro para tener algo nuestro sin que nos extorsionen, o se nos esclavice! ¡Unidos haremos grandes obras! ¡Pero lo que se ha construido con tanto esfuerzo hay que conservarlo, ampliarlo y modificarlo, el pueblo crece y no podemos detenernos, pues es nuestro y de nadie más, no permitamos que se deteriore! Por eso yo propongo que un grupo de ustedes de diez hombres que se vayan turnando con los demás, se ofrezca voluntariamente para esta causa, una hora de su tiempo no es mucho y así preservaremos nuestro trabajo, lo que en definitiva es del pueblo y será de nuestros hijos. ¡Yo me ofrezco a dirigirlos, nos esperan nuevas obras por realizar, adelante, el progreso del pueblo lo reclama, no nos demos por vencidos!

Definitivamente no se podía dejar perder la obra, no habían pensado en esto y por lo que parece tampoco Juan Agite, pero tenía razón aunque ya dudaban. Por supuesto que Juan siguió cobrando por supervisarlos y se le ocurrieron otras obras "Para El Pueblo" que tendría que proponer, claro que le reportaría más ingresos por su supervisión, más horas de labor para los campesinos y menos dinero pues ahora tenían que trabajar y encima pagar.

Mientras los campesinos estaban reunidos el Sr. Agite les participó su gran idea, iban a construir un molino, claro necesitaría ayuda administrativa y para esto había pensado en su hermano, naturalmente un poco más de dinero habría que aportar pero la obra que se iba a realizar bien lo merecía. Sus aportes tenían que verlos como una pequeña contribución o subsidio que les reportaría grandes beneficios, podrían moler todo el maíz que quisieran sin costo alguno y sin esfuerzo. ¿No era esto una maravilla?

El Sr. Juan Honesto, era el alcalde de "Apartados", hombre justo y honrado que amaba a su pueblo y tenía las condiciones de un gran gerente. El pueblo lo quería y respetaba. Por fortuna el sesenta por ciento del pueblo o sea, sesenta familias de las cien, habían votado por él y no por Juan Agite, ahora se daban cuenta de la gran suerte que habían tenido de escoger correctamente. Podía afirmarse que el destino colocó a un hombre honesto en el camino de "Apartados" y que por ventura el pueblo lo escogió. El otro cuarenta por ciento que ahora trabajaba con el Sr. Agite se encontraba en serios problemas, confirmaba este hecho la calamidad de estas cuarenta familias que habían gastado sus ahorros por creer en Juan Agite y no tenían prácticamente nada que pudieran conservar. Estas familias, en su mente sencilla de campesino, confiaron sin dobleces y ahora no sólo tenían que seguir trabajando para conservar las obras sino que, además, tenían que pagar al Sr. Agite y también pretendía que se le pagara a su hermano además de trabajar más. Seguro que al terminar el molino pediría horas extras para cuidarlo y otros aportes para su administración. Así que tristes y engañados recurrieron al Sr. Honesto para que les aconsejara.

Mientras tanto el Sr. Prosperidad, con la ayuda de las otras sesenta familias, había terminado de construir la escuelita de primaria y, además, una de educación media, eran humildes pero completas y como los canales de riego habían sido terminados y llegaban a las tierras de todas las sesenta familias, sus sembradíos bien regados aumentaron la producción enormemente. Pudieron moler todo el maíz y, además, cosechar grandes cantidades de hortalizas, todo esto con el aporte de cuatro horas a la semana, la verdad era que al fin sobraba tiempo para otras cosas así que todo andaba viento en popa. Ahora podían pagar a una buena maestra de primaria y a unos magníficos profesores de secundaria, los pueblos cercanos empezaron a mandar a sus hijos a estudiar y esto aumentó los ingresos de las escuelitas. El pueblo mejoraba no había duda. Además, el aserradero, la herrería y la alfarería daban buenos empleos y cantidad de productos que se vendían en otros pueblos cercanos, que no habían tenido la suerte de tener a un Juan Prosperidad ni a un alcalde como el de "Apartados".

El Sr. Juan Honesto recibió a los representantes de las cuarenta desdichadas familias, escuchó sus quejas y no pudo menos que apiadarse de ellos. ¡Como habían sido embaucados por aquel charlatán y no había ley que los protegiera!

Nada podía prometerles pero intentaría hablar con el Sr. Prosperidad. De modo que al día siguiente muy temprano, tomó su sombrero y se encaminó a la finca del Sr. Juan Prosperidad. Después de ciertas formalidades sentados frente a sendos cafés y unas ricas tostaditas de maíz molido en la misma haciendita, el Sr. Alcalde le expuso el problema y la tragedia que estaban pasando los pobres campesinos inocentemente embaucados, no tenían buenas cosechas ni dinero, por lo tanto no podían alimentar bien a sus familias ni mandar a sus hijos al colegio, estaban desesperados pero no era gente mal intencionada, sólo confundida, pero eran buenos trabajadores que no habían sido capaces de ver la verdadera conveniencia para todos ellos. Quizás el Sr. Prosperidad podría ayudarlos con sus buenas y gentiles ideas. En fin, quedaba en sus manos, él estaría a su disposición para colaborar como tiene que hacerlo un buen Alcalde.

El Sr. Juan Prosperidad miró al piso y pareció meditar por un tiempo, su semblante serio y sin ninguna expresión no le anticipó nada al alcalde, quien siguió a la expectativa en silencio, con ansiedad mal reprimida, en espera de una solución o de cualquier palabra de esperanza. Por fin dijo:

-Como usted comprenderá tendré que hablar con los representantes de las sesenta familias campesinas que trabajaron e hicieron posible la realidad tan beneficiosa que vive "Apartados", los otros con buena o mala intención, sólo contribuyeron en parte y muy bien podrían reprochárselos, no obstante algo se podrá hacer pues todos somos amigos y aún muchos de ellos son familiares o parientes nuestros.

Pasaron dos días y el Sr. Prosperidad visitó al Alcalde para conversar sobre el asunto que los ocupaba. Fue recibido de inmediato e invitado a sentarse, le ofreció un café con prisa pues en verdad el buen hombre estaba ansioso por saber. Sin mucha cortesía por la premura en enterarse, le preguntó que nuevas tenía. Una sonrisa mal reprimida de condescendencia afloró en los labios de Juan, le agradaba aquel hombre, en verdad se preocupaba por su pueblo, era una gran casualidad que a través del voto se hubiera podido escoger a una buena persona y con grandes dotes de administrador. Por lo general las dos condiciones de capaz y audaz en un político no se dan con facilidad.

-Pues la verdad -empezó diciendo el Sr. Prosperidad-, que hemos conversado al respecto y hemos convenido en un hecho muy significativo, el cual es que parte de la obra realizada fue con la contribución de las cuarenta familias campesinas y la parte no terminada muy bien podría realizarse con cuatro horas de trabajo de cada uno de ellos a la semana.

El Sr. Alcalde reflejó en su cara la alegría que aquellas palabras le daban sin tratar de disimularlo. Continuó el Sr. Juan:

-Podríamos hacer dos grupos, uno de ellos continuaría la obra hasta terminar los canales de agua para cada una de sus tierras, pues esto es muy importante para su progreso y bienestar, mientras tanto podrían surtirse de agua y moler su maíz en mi finca pues ellos contribuyeron a construirlos, después de terminar se unirían todos para hacer los parques, calles, hospital y otras dependencias que necesita Apartados.

El Sr. Honesto mostró una sonrisa amplia y sincera, no dudaba que esto complacería enormemente a todos, sólo faltaba ponerse de acuerdo en cuanto al día que tenían que empezar a trabajar y así…

El pueblo progresó rápidamente, se construyeron los hospitales, parques y hasta un gran teatro que les servía de reuniones. La casa de la alcaldía fue mejorada y en ella todavía es alcalde el Sr. Juan Honesto. Se dice que la pequeña universidad que ahora se asienta en "Apartados" es bellísima y en todo el país se desea ingresar en ella, pues quien allí se gradúe tiene asegurado el éxito.

¿Y el señor Agite? No se sabe a donde se fue, el caso es que desapareció de inmediato junto con su hermano, sin que nunca más se supiera de él, pero el pueblo aprendió, maduró y jamás volverá a confiar inocentemente en otro embaucador. Saben que los buenos empresarios traen progreso y bienestar, no con promesas o con palabras bonitas sino con trabajo, fuente única de riqueza verdadera, pero un buen gobernante, al cual no piensa renunciar el pueblo, es otra de las necesidades imprescindibles de la felicidad ciudadana, sino que le pregunten a "Apartados".

Esta historia termina sin "Agites" ni "Hermanos", con un buen empresario "Juan Prosperidad" y un buen gobernante, "Juan Honesto". Pero sobre todo con un pueblo que aprendió a ser adulto, que se dio cuenta de que el dinero no iba a solucionar sus problemas, sino el trabajo. Bien podría el Sr. Honesto hacer las veces de "Agite" para ganar popularidad, o el Sr. Prosperidad de obtener rendimientos exagerados, pero no fue así y sólo por este motivo terminó felizmente nuestra historia.

Jaime Castañé Soriano

Hasta que llego el robot

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Sólo faltaban unos toques y la gran creación de toda una era habría sido realizada. El autómata había sido desarrollado bajo las medidas más estrictas de manera que su apariencia fuera agradable y bastante parecida al ser humano, aunque sus cualidades de robot saltaban a la vista. Era un poderoso asistente para las labores del hogar, aun cuando con algunos pequeños cambios podría, de ser preciso, adecuarse para otras tareas. Eran cuatro jóvenes pues aún no habían cumplido los treinta años, pero las dos parejas, desde sus primeros años en la universidad, se habían propuesto una meta la cual consistía: "Llegar a la sublime realización de un robot que pudiera terminar con la esclavitud de las tareas del hogar".

Uno de ellos, Daniel, era ingeniero mecánico; el otro, Santiago, en electrónica, Olga en física y Marina era una profesional muy competente en bioquímica.

Cuando sus conocimientos se veían o se enfrentaban a dudas, la comunicación con colegas directa o a través del ciberespacio las aclaraban y así ayudaban a salvar el obstáculo. Incluso, en algunos casos, participaron directamente por un corto tiempo profesionales en algunas de las actividades básicas. Todo este inmenso trabajo sólo se pudo llevar a cabo debido a un gran esfuerzo sostenido del grupo y por varios años. «El equilibrio del ingenio o robot», fue uno de los grandes retos a que se vieron enfrentados, incluso que se levantara y lograra rápidamente la verticalidad en el caso de cualquier accidente inesperado. En términos populares se podría decir que consistía de una pieza como una pequeña aguja de coser muy especial que atravesaba perpendicularmente y por el centro a un círculo plano el cual flotaba en una cavidad colocada en la parte superior dentro de la cabeza. Cualquier movimiento obligaba a la aguja a buscar el equilibrio vertical y mediante otro sistema era transmitido a los demás miembros del cuerpo forzándolo a reaccionar adecuadamente.

La gran beneficiada de esta maravilla sería la muy poco considerada mujer o ama de casa que, después de toda su existencia en este mal distribuido planeta, por fin se vería libre de la fastidiosa y cotidiana tarea de fregar u ocuparse de fregar o lavar los platos, vajilla, pisos, hacer las camas y todas estas interminables y monótonas tareas que mantenían y mantienen a las pobres féminas cerca o dentro de la neo-esclavitud además de una extrema rutina estresante.

La apariencia del robot era masculina; a semejanza del hombre, como un tributo y una reverencia a la mujer, la cual nunca más se aferraría a un coleto, escoba, aspiradora o cualquier otro artefacto doméstico. Para casos donde el comprador prefiriera un robot con apariencia femenina así se construiría. Pero éste, el primero, era de apariencia varonil.

Su altura era de un metro setenta y cinco, medida media que se acomodaba a cualquier exigencia. Podía mover las facciones de la cara y canturrear canciones a voluntad de los dueños si previamente se insertaba un diminuto disco en un pequeño y especial compartimiento en la espalda extremadamente disimulado pero muy accesible.

La maravilla de todo este prodigio reposaba en su cerebro, complicadísima combinación de materia, energía y flujos químicos que permitían la respuesta motora similar a los de los animales, esencialmente los mamíferos de dos patas o piernas. La energía era electroquímica y era preciso una recarga de electricidad doméstica, cuando menos una vez por semana, pero respondía a preguntas incluso las complicadas si se referían a su programa o sea a las tareas para las cuales había sido diseñado y entre ellas, la cantidad de horas que aún le quedaban de energía. Si por cualquier motivo se terminaba ésta, simplemente se detenía cerca de algún cargador y esperaba a su recarga la cual era de ocho horas a la semana, una noche de sueño normal. También podía hablar ciertas palabras en el idioma que se deseara pues en el mismo espacio del pequeño disco de cuatro centímetros de diámetro se podía insertar el idioma deseado, ligeramente limitado quizás pero con suficientes palabras y oraciones para entender y responder.

Si la pregunta se apartaba de su programación, simplemente respondía:

—No entiendo la pregunta, por favor puede hacerla de otra manera —con lo cual el que la había hecho entendía que no obtendría respuesta adecuada. Sin embargo poseía el don de programarse o reprogramarse tan sólo por las órdenes dadas por su dueño. Si éstas causaban algún conflicto con las anteriores preguntaría cuál de las dos debía eliminar o aplicar más tarde. O sea, si se deseara cambiar el menú de alimentos que tenía programado para el medio día o la noche, simplemente se le daba la orden verbalmente y de acuerdo a su programa culinario que originalmente poseía, procedería a modificarlo, pero si este cambio era una excepción solamente para aquel determinado día pues simplemente así se le ordenaría.

Su vista era infrarroja y además podía distinguir colores, lo cual le permitía tomar decisiones sobre la necesidad de lavar de nuevo algún artefacto o recoger cualquier sucio o desperdicio y arrojarlo a la basura si previamente no se le había prohibido esta acción o bien observar el color y olor de los alimentos, pues su olfato era muy sutil. Todos los sentidos, olfato, gusto, tacto, oído y vista eran propios del diseño o sea formaban parte intrínseca del robot y no podían manipularse, incluso se auto-reparaban si el daño no era muy severo. Sus componentes o partes mecánicas eran de titanio, metal muy resistente y liviano, lo cual garantizaría una larga vida de muchos años. Se calculaba de catorce a quince años como mínimo.

Su piel era ligeramente tostada o trigueña, ni muy obscura ni muy blanca y simulaba aceptablemente el color y la textura de la piel humana pues había sido desarrollada por un íntimo amigo de ellos, los jóvenes científicos, que dominaba técnicas nuevas y revolucionarias en materiales sintéticos. En el futuro, el fenotipo, o sea, la apariencia en cuanto a sexo, color de la piel, ojos etc. lo decidiría el usuario o comprador.

Como configuración imposible de cambiar en su cerebro, estaba la orden inquebrantable de no agredir jamás a nadie bajo cualquier circunstancia ni aun para defenderse.

Las tareas del hogar que debía realizar eran parte de su formación inicial o sea de su naturaleza innata y, como podía recibir mandatos, se le podían ordenar prioridades en el orden que se deseara. Incluso cuidar niños de corta edad, llamar por teléfono o contestarlo e incluso recibir llamadas que después podría retransmitir.

¡Una verdadera e increíble maravilla!

¡Ahora era la prueba final!

Los cuatro amigos, más que eso, pues las dos parejas habían prometido casarse si lograban el éxito. Eran muy jóvenes aún, pero les gustaban los niños y cuando la situación abriera espacio tendrían una familia, además, después de siete largos y dedicados años, la amistad era perfecta.

Antes habían hecho pruebas selectivas con las partes del autómata pero nunca totalmente ensambladas, unidas o formando parte de un todo y ahora sería la demostración definitiva.

El Robot, casi un androide, estaba frente a ellos, vestido con pantalones normales de color azul claro y una camisa blanca de manga corta, medias azules y zapatos de color marrón. Permanecía desconectado, con los ojos cerrados, los labios juntos sin mostrar una dentadura que era perfecta, como la humana, aun cuando no sería usada para comer, pero sí podría usar los dientes para cortar algunas cosas no demasiado duras.

Se encontraba sentado y las manos sobre las piernas y sin ninguna expresión en su rostro.

Daniel tenía la mirada fija en el robot, estaba tan absorto como todos los demás. Un silencio tan espeso que se podía tocar. Muy bien se podría afirmar que una nueva era llena de esperanzas de un mejor vivir estaba por empezar.

Marina, la escogida por todos, por su indispensable aporte con sus conocimientos bioquímicos y la promotora de la idea primera, pulsaría el pequeño control remoto que tenía en su mano derecha mientras que con la izquierda apretaba nerviosa la mano de su amado Daniel.

Su amiga y compañera Olga, tan excitada como todos, no apartaba la mirada del robot, no quería perderse ni el más leve movimiento de su creación.

Los segundos se hicieron interminables. No creían en el fracaso pero siempre existía la agobiante duda.

Por fin y para decidir entre el éxito o seguir trabajando en el proyecto, Marina pulsó el botón del control que iniciaría el proceso. Casi en el acto el autómata demostró signos de vitalidad, abrió los ojos y se le iluminó la mirada, una dulce y cautivadora sonrisa fue el primer saludo y el más cálido que hubieran podido imaginar. Hasta ahora todo era perfecto. Marina no pudo evitar que dos lágrimas delatoras brotaran de sus hermosos ojos.

El robot observó la ventana y su reloj interno le indicó que era el medio día, las doce y media con exactitud. Pero en su memoria se acababa de grabar la imagen práctica y real como un complemento necesario para futuras situaciones.

Miró a todos los presentes y en breves segundos memorizó todas las características que estaban a la vista de sus creadores. Después y a medida que pasara el tiempo agregaría a su memoria otras condiciones como el tono de voz, huellas dactilares, hasta el tipo de sangre y otras.

—¡Buenos días! ¿En qué puedo ser útil?

Por los momentos no hubo respuesta de ninguno de ellos. Había que darle un nombre y habían decidido que se llamara Arturo. Pero nadie respondía dominados por el suspenso. Mientras tanto Arturo los contemplaba, casi se podría asegurar que disfrutaba de la situación de zozobra en la que se encontraban sus creadores pues lucía una muy disimulada sonrisa en su cara que resultaba muy agradable.

Todo había sido debidamente calculado y las instrucciones programadas eran precisas.

Por fin Marina, aún con la mano izquierda sujetando a Daniel, atinó a responder ante la mirada expectante de sus compañeros.

—Hemos decidido llamarte Arturo y… —se atragantó algo aún sin poder controlarse completamente—, bueno creo que lo mejor es, lo mejor sería… por favor Arturo consígueme un vaso de agua bien fría —concluyó por fin.

—¿Serán ustedes mis dueños? —la pregunta era válida pues no podía pertenecer a todo el mundo y debía fijar su o sus patrones en su memoria en caso de necesidad extrema. Aunque siempre obedecería cualquier mandato de un conocido siempre que no perjudicara los intereses de sus actuales dueños o propietarios.

—Sí, claro —respondió Marina aún emocionada No era necesario repetir que muy bien, la propiedad podría ser traspasada a voluntad del dueño actual.

Se levantó y a mitad de camino preguntó:

—¿Es este el camino a la cocina?

—¡Ah sí, seguro, ese es el camino! —contestó Marina.

Naturalmente no conocía la casa y ésta habría de ser la próxima tarea que deberían completar para que en el futuro conociera y atendiera todas las dependencias.

A los pocos minutos regresaba con un vaso casi lleno de agua fresca y una pequeña servilleta de papel.

Marina sin dejar de observarlo, instintivamente aceptó el vaso y el robot se acercó a su silla y allí se sentó a la espera de nuevas órdenes.

De pronto todos a la vez se desbordaron en gritos y aplausos con demostraciones exageradas de alegría, saltos y bailes de unos con otros ante la mirada impávida del robot.

Arturo no había dudado ni vacilado un instante, su trayecto fue excelente y no hubo un traspié, ni un error. Todavía faltaban muchas pruebas pero las primeras auguraban el éxito de las otras por venir. Además, al día siguiente se le programaría para que manejara el automóvil. Hasta ahora solamente tenía instalados en su sistema unos cuantos programas pero muchos otros estaban listos y dispuestos para ser aplicados.

Arturo contemplaba las escenas sin inmutarse pero sin perder detalle. Su pelo castaño estaba meticulosamente peinado, sus ojos pardos se abrían y cerraban como cualquier persona. Cruzó las piernas, apoyó sus codos sobre ellas, cruzó las manos y espero. Su cuerpo esbelto y más bien delgado era muy agradable a la vista, podría decirse que era atractivo.

—Sabes Arturo —dijo Olga—, estoy terriblemente cansada de comer perros calientes, hamburguesas y cosas por el estilo.

—¿Qué puedes ofrecernos para la comida del medio día, o sea, para el almuerzo? Tú sabes, algo que sea bien apetitoso y podamos celebrar. Como podrás comprobar la cocina está muy bien surtida con varios tipos de vino y hasta champaña.

—Sí —contestó Santiago mientras se aproximaba a su novia—. Una celebración era lo que teníamos en mente y es lo que deberíamos hacer —acto seguido le dijo al robot— . ¡Sorpréndenos y decide tu mismo!.

—Muy bien, como ustedes gusten —se levantó y muy contento o cuando menos así lo parecía, se dirigió a la cocina.

—Confío —agregó Marina— que las recetas que tiene en su memoria sean de buena calidad, pues sería lamentable que saliéramos intoxicados. Las programaste tu Olga y creo que de cocina no sabes demasiado.

Todos rieron la gracia. De cualquier manera habrían celebrado cualquier ocurrencia pues estaban delirantes de contento. El esfuerzo de tantos años se veía realizado.

—Para que no te alarmes sin motivo —respondió la aludida—, te diré que las copié de los más afamados chef de cocina.

Nuevas risas y aplausos.

Le pidieron al buen Arturo les sirviera unas copas de un buen vino de oporto antes de la comida y con ellas en la mano se sentaron cómodamente en la sala de la casa que con mil sacrificios habían alquilado. Tranquilos y muy sosegados, quizás por primera vez en muchísimo tiempo, se entregaron a discurrir y adivinar el futuro que les esperaba, pero que ni siquiera imaginaban, pues grandes cambios y desafíos les deparaba un destino que sin opción deberían enfrentar.

El señor Alfredo Kruger era presidente de una de las empresas más poderosas de utensilios domésticos, su nombre así lo indicaba, "Desarrollos Domésticos C.A." Aquella mañana entrevistaría a Santiago y a Olga, no creía fuera de interés pero algo en su interior le indicaba que de cualquier manera debía atenderlos y escuchar. ¡Quién sabe por donde ha de venir la fortuna!

Su empresa estaba confrontando algunas dificultades económicas pues la competencia nunca estaba dormida y se habían creado serios contratiempos en las ventas. Tenían que encontrar un camino para recuperar el liderazgo en el mercado mundial.

Los dos jóvenes se encontraban sentados a un lado de una esquina de la enorme mesa de conferencias de varios metros de largo por dos de ancho, en sus manos tenían una computadora portátil donde estaba la información necesaria para la negociación.

—Tengo entendido que han desarrollado un artefacto que debe ayudar a las tareas domésticas ¿No es así?.

—No exactamente —contestó Santiago—, no es decididamente un artefacto como un mondador de patatas o una cafetera, yo lo calificaría de Robot con grandes capacidades para hacer todas o digamos casi todas las tareas domésticas que se le encomienden.

—Bueno, quizás no me expresé adecuadamente. ¿Y bien que es lo que traen?

Nadie más de la empresa habría de asistir a esta reunión, no lo consideraba necesario. Sólo por su instinto los había atendido.

Olga sin decir palabra, colocó la computadora portátil sobre la mesa y orientó la pantalla hacia el señor Kruger. Pulsó un botón y en el acto apareció Arturo sentado a la espera de órdenes. De inmediato el poderoso empresario, quien además era propietario de una buena porción de acciones de la empresa, se dio cuenta que no estaba ante una trivialidad más.

Las siguientes escenas completaron el interés repentino que el señor Alfredo Kruger con su instinto de gran empresario intuyó al principio.

—¿Cuándo podremos tener una demostración en vivo?

—Cuando usted lo desee —dijo Olga— pero no se olvide que es un robot y pesa cincuenta kilos y que causaría curiosidad si lo paseamos por la ciudad. Yo recomendaría —agregó—, que la demostración se realice en nuestra casa donde Arturo se defiende muy bien pues la conoce perfectamente.

—Que así sea. ¿Qué les parece si mañana por la mañana me presento en su casa con algunos empleados de nuestra empresa?

—¡Hecho! —Completó Santiago—. Mañana por la mañana los recibiremos. Ya tiene nuestra dirección, por lo tanto allí estaremos.

Al día siguiente y como habían acordado llegó el señor Kruger con cuatro directores más. Después de las presentaciones de cortesía se sentaron en la pequeña sala donde ajustadamente cabían las nueve personas.

¿Un café antes de empezar? —Marina había sido la de la oferta y todos aceptaron obligados a ser corteses.

La linda muchacha llamó a Arturo por su nombre y en pocos segundos apareció ante los asombrados concurrentes.

—¿En que puedo servirles?.

—Arturo por favor sírvenos nueve tacitas de café y el azúcar aparte por favor. No olvides que debe estar bien caliente.

—Permítanme unos segundos por favor —contestó el robot con su típica voz algo metálica, diseñada así para que fuera más impactante.

Fueron unos cuantos minutos después cuando apareció Arturo con una bandeja y los cafés ordenados. Todo estaba meticulosamente preparado, las cucharillas a un lado la azucarera, unos cuantas servilletas de papel y los pequeños envases de crema de leche por si acaso.

El asombro fue evidente, estaban ante el mejor negocio de todos los tiempos. ¿Pero no sería un truco y el robot no era el tal autómata prometido? ¿Pero que podrían ganar con tal engaño pensó Kruger?. Dejaría a un lado las elucubraciones puesto que nada se haría sin tener previamente la seguridad sobre este asunto.

Arturo de repente habló interrumpiendo de este modo los pensamientos del empresario:

—¿No desearían un vaso de agua?

—Gracias Arturo por los momentos eso sería todo. Por cierto ten dispuesto el automóvil para dar una vuelta por la urbanización.

Después, Santiago, se dirigió a los invitados —Lo hemos adecuado para que maneje un vehículo. Ya debe haber terminado todas las tareas domésticas de manera que cuando ustedes dispongan podemos dar una pequeña vuelta por los alrededores.

—¡Ah se me olvidaba! —Agregó Marina—, también puede cuidar de los infantes o de niños más creciditos mientras los padres deban estar ausentes por un corto tiempo. Son muchas las posibilidades. Tiene la facultad de mecerlos, darles de comer, cambiar pañales y medir la fiebre además de otras cualidades como pedir ayuda por teléfono si este fuera el caso.

Los visitantes no cabían en su asombro y no habían articulado palabra, hasta que Alfredo Kruger rompió el silencio de sus colegas y dijo:

—Me imagino que lo deben tener patentado y que tendrán claro el tipo de trato que desean hacer.

Esta vez fue Daniel quien respondió:

—Una nueva empresa sería ideal, de la cual, para nosotros cuatro, aspiramos a una participación accionaria del cincuenta por ciento.

—¿No les parece un poco exagerada su propuesta? No se olviden que el capital y la comercialización serán por cuenta nuestra.

—Por eso señor Kruger, por este sencillo motivo hemos pensado en un cincuenta por ciento, pues de lo contrario no precisaríamos de nadie y obtendríamos un cien por cien —fue Olga quien contestó acompañada de una fascinante sonrisa, pues además poseía una habilidad innata para los asuntos económicos:

—Bien, eso lo podremos discutir más adelante.

—Disculpe si somos algo indelicados y persistentes pero consideramos que "este pequeño detalle" debe ser fijado antes, escrito y registrado. Usted como gran hombre de empresa que es con seguridad debe entenderlo. —Olga de nuevo fue la que hizo la acotación.

El aludido esbozó una leve sonrisa. Le agradaban las personas decididas. —Será como dice. En principio y a menos que surjan inconvenientes aceptamos, pero deberá, después de firmar el trato, entregarnos todos los planos y colaborar en el desarrollo de otros robots con nuevas habilidades.

—Naturalmente será así pero previamente habrá de evaluarse su conveniencia y no me refiero a la parte económica únicamente sino a la ética, social y moral —dijo Daniel—, si estamos de acuerdo podemos empezar cuando lo deseen y a propósito nos agradaría que el nombre de la empresa fuera "Arturo C.A." como un pequeño tributo a nuestro amigo.

La compañía se estableció en un corto tiempo, pero entre la compra de maquinaria idónea y entrenamiento del personal pasó un año completo, fue un gran reto pero con el trabajo sostenido y la ayuda económica de los poderosos socios, se convirtió en una hermosa realidad.

Después de dos años más la empresa había progresado asombrosamente pues sus productos y a través de su red de subsidiarias, concesionarios o distribuidores, se pudieron alcanzar ventas increíbles. Aunque en principio éstas fueron domésticas o sea a escala nacional, pronto tuvieron que autorizar a muchos distribuidores en todo el mundo y se esperaba que en un tiempo corto miles de empresas intermedias se incorporaran a "Arturo C.A." para hacer llegar el producto hasta los rincones más apartados y así fue como al transcurrir del tiempo sucedió.

No existía un rincón en este planeta que no conociera a la compañía "Arturo" y a sus asombrosos robots. Mientras tanto se trabajaba en el desarrollo de autómatas para satisfacer a las industrias manufactureras y después a las comerciales y de servicios, al agro y a otros campos de la economía y del trabajo manual.

El costo de una unidad de servicio o sea de un Arturo, era más bien bajo lo cual favorecía sus ventas pues el autómata no pedía vacaciones ni aumento de sueldo y difícilmente se "enfermaba". Pero cuando sucedía que un robot se accidentara, otro diseñado por la Compañía Arturo daba el servicio a domicilio y lo reparaba si el daño causado lo permitía.

Ya su comercialización había causado un gran malestar en la población humilde, los cuales, la mayoría de ellos, habían perdido su empleo como ayudantes de adentro o servicios de la casa, un trabajo que abundaba y a la vez un sencillo recurso que las personas muy pobres habían ejercido antes de la aparición de los robots. Así que este tipo de trabajo quedó prácticamente eliminado en el país y tuvieron que pensar en otras fuentes de ingresos para aquellos que no tenían ninguna especialidad.

Incluso grandes fábricas, centros comerciales, tiendas y otros establecimientos, habían adquirido Arturos para la limpieza y mantenimiento de sus locales, incluso en algunos de ellos los usaban para servir café y bocadillos a los clientes.

La nueva tecnología había llegado y había impuesto un nuevo sistema de vida sin opción. Por los momentos la aplicación había sido en el campo de los servicios domésticos o de baja especialización. No sólo en el país sino en todo el mundo con posibilidades de adquirir el producto.

Era cuestión de un corto tiempo para que se invadiera el área de fabricación, puesto que la tecnología existía, o sea, de la producción de todo tipo de bienes donde la mano de obra podría ser remplazada por Robots del tipo Arturo.

También habían prescindido de la mano de obra directa y otras muchas compañías hasta de la indirecta o sea limpieza de la planta o de la fábrica, pintura, reparación y mantenimiento de equipos, vigilancia, portería, primeros auxilios y otras actividades manuales de todo tipo.

El robot, pensaron superficialmente los empresarios, era magnífico y nunca se pudo pensar en una maravilla igual. Muchas empresas se habían librado de luchas sindicales al haber prescindido o reducido el número de trabajadores a unos cuantos. Incluso algunos países de corte radical en donde se obligaba a preservar el empleo, o la inamovilidad del trabajador, o sea, que no podía ser despedido ningún trabajador a menos que la falta fuera muy grave. En estos casos el robot había llegado a ser una solución ineludible.

Se encontraba toda la junta directiva de Arturo C.A. reunida presidida por Alfredo Kruger a quien se le había elegido para este fin debido a su gran experiencia en empresas y por supuesto porque poseía un porcentaje muy elevado de acciones. Era una reunión extraordinaria.

—Hemos recibido un pedido inmenso de robots destinados a la seguridad bancaria, para ocuparse también del traslado de fondos de un banco a otro y como celadores de otras tantas compañías. O sea, dedicados a la seguridad interna de la empresa. Es cuestión de poco tiempo para que otros grupos decidan adquirirlos.

Como complemento cabe decir que las fuerzas armadas de Estados Unidos de Norteamérica también estarían muy interesadas, pues su aporte sería muy conveniente en la conducción de todo tipo de vehículos, incluso aviones, cuidar o vigilar fronteras, menesteres de mantenimiento en los cuarteles, en el área de la cocina, en los almacenes de piezas claves, inventarios de armamento secreto, pues debido a la experiencia positiva del uso de los robots, se minimizarían los errores y la custodia de los armamentos secretos estaría asegurada. Sin contar los que como mecánicos de todas las unidades del ejército pudieran necesitar. Pruebas en el espacio, en fin la necesidad de nuestro robot es ilimitada y cada día que pasa más gente precisa de ellos hasta el punto que lo verán como imprescindible.

Continuó Kruger:

—Tenemos la tecnología para reprogramar a nuestros robots, lo cual no representaría un problema y se podría hacer en muy corto tiempo. Bien su decisión es precisa.

Fue Daniel quien contestó:

—La primera idea fue dedicar nuestro robot al servicio doméstico, pero la realidad ha demostrado que le ha quitado el trabajo a cientos de miles, millones tal vez, de trabajadores bien humildes por cierto, así hemos comprobado que cuando entra un robot por la puerta, por la otra sale uno, dos o más trabajadores que no volverán a encontrar un trabajo de esta clase, de manera que hoy por hoy nadie contrata a jardineros, pintores, empleadas o empleados de adentro, ni tan siquiera en los restaurantes. Estos son controlados por sus dueños con una gran efectividad pero se ha creado un vació en el empleo que puede traer graves consecuencias en todo el mundo pues se podría afirmar que no existe clase media que no tenga los recursos para comprar un Arturo y la clase pobre no tiene los medios para aspirar a otros tipos de trabajo. Por todo lo expuesto yo salvo mi voto, deseo pensar cuidadosamente lo que convendría hacer.

Alfredo Kruger exhaló el aire de sus pulmones antes de contestar y después de meditar unos cuantos segundos la respuesta agregó:

—No es nuestra misión ocuparnos de estas cosas, entiendo que debemos pensar en los daños que podemos causar pero si no continuamos fabricando Arturos otros lo harán y nosotros estaremos fuera del mercado. La ciencia avanza y no se puede detener.

Tras una breve pausa prosiguió:

—No es que sea insensible a lo que está sucediendo Daniel pero en nuestro caso debemos ser realistas. En estos pocos años las ventas han sido de cientos de miles de autómatas lo cual nos ha convertido en una de las empresas más poderosas del mundo. Por esto aquí y ahora debemos decidir si seguimos o nos retiramos.

De los nueve asistentes cuatro se abstuvieron de votar, los cuatro amigos, pero los otros cinco directores votaron y lo hicieron afirmativamente y por lo tanto se impuso proseguir con los desarrollos.

Alguien interrumpió en la sala de juntas, era un empleado, estaba alterado y entrecortadamente expresó que una multitud se encontraba frente a la compañía protestando por haber perdido el empleo. Se temía que los ánimos se caldearan más y se generara una actitud de violencia. La policía había hecho acto de presencia pero era tanta la multitud que protestaba que era difícil creer que pudiera ser contenida por mucho tiempo.

Santiago dijo:

—No tenemos más remedio que afrontar con gallardía el problema, tienen tiempo amenazando con una protesta a escala nacional, deben ser los que hemos retirado en nuestra empresa al sustituirlos por robots en sus puestos de trabajo y a muchos otros en condiciones iguales de otras compañías.

Efectivamente "Arturo C.A." había retirado a muchos trabajadores pues siendo ellos la empresa innovadora debían dar el primer paso.

La manifestación duro unas horas más y después se retiraron sin generar violencia. Pero todos intuían que otras protestas no serían tan pacíficas, por lo tanto, se imponía la necesidad de adecuar a algunos autómatas para resguardar la empresa. Esto significaría cambiar en algo la programación de estos Arturos, pues algo de violencia debería ser programada en su ejecución para, de este modo, disuadir a la turba.

En los días siguientes fue citada la junta directiva de la compañía por personeros muy altos del gobierno. Se precisaba discutir la situación pues todos temían un estallido social de grandes proporciones.

A la reunión asistieron los cuatro amigos y el presidente de la firma Alfredo Kruger. Fue una sorpresa cuando el propio presidente de la nación estaba presente además de algunos de sus ministros y consejeros políticos.

La situación debía ser muy grave, pues de otra manera ese despliegue de personalidades no se hubiera dado.

Una vez todos ubicados en sus respectivos lugares y hechas las presentaciones necesarias, se dio inicio a la reunión.

Quién tomó la palabra fue el propio presidente de los Estados Unidos de Norteamérica:

—Señores, esta es una reunión sin protocolos pues lo que debemos discutir ha de ser claro y directo. Nos enfrentamos a una situación extremadamente explosiva, tanto es así que, a mi modo de ver, podrían generarse actos bélicos entre países que hasta ahora han permanecido en paz —se sirvió un sorbo de agua. Rápidamente volvió al tema que los preocupaba.

—Los seguros de desempleo están viviendo una de sus peores épocas, se les están terminando los fondos y aun cuando los ayudemos, la situación se prolongará hasta no se sabe cuando. No hay empleo masivo como lo había antes y la generación de nuevas empresas o especialidades es imposible. Si no hay consumidores, pues cada día aumenta más el desempleo, no habrá compradores y el mundo entero sufrirá este flagelo. Incluso ustedes, los directores de Arturo C.A.

Se sirvió otro sorbo de agua:

—Estamos reunidos para encontrar una solución aunque sea pequeña, pues cualquier remedio es bien venido —el teléfono directo al presidente sonó por algunos segundos.

—Sí, habla el presidente —unos segundos de silencio mientras escuchaba atentamente.

—Sígame llamando en caso de otras novedades. Gracias —colgó el aparato.

—Me acaban de informar de disturbios muy violentos en un gran país de América del Sur. La policía ha sido impotente para evitar asaltos a las tiendas de comestibles y aun a otras de otros productos. Ha habido muchas víctimas, algunas mortales y la situación no ha podido ser controlada totalmente por ahora. Es cuestión de tiempo para que estas manifestaciones violentas se produzcan en muchos otros países. Nos enfrentamos a la desobediencia civil —otro sorbo de agua, se notaba nervioso.

—El hambre es incontenible, cuando la comida no puede ser adquirida el hombre decide obtenerla por el medio que sea. Lo mismo las medicinas, vestidos y otros bienes de primera necesidad. Bien, espero cualquier opinión, la que sea si logramos un punto de partida.

El Presidente observó a los cuatro jóvenes que estaban frente a él y les dijo:

—Me imagino que ustedes cuatro son los inventores de este ingenio que nos tiene al borde de la desesperación —Se acomodó en su butaca y esperó una respuesta.

—Con su permiso señor Presidente, sí, somos nosotros los creadores de Arturo, pero estoy convencida que alguien u otros lo hubieran hecho tarde o temprano —Olga, algo nerviosa, se dispensó unos cuantos segundos antes de proseguir, le palpitaba el corazón hasta el punto que temió lo escucharan los presentes.

—La verdad y estoy segura que todos ustedes opinan de forma parecida, la ciencia no se puede detener, lo han intentado políticos absolutistas, religiones, gente de la nobleza y muchos otros más, en este empeño y para reprimir el avance del hombre, se han cometido los más horrendos crímenes pero aun así al final la ciencia se ha impuesto y vuelvo a decir convencida, definitivamente para el bien general de la humanidad. Es el destino del hombre descubrir e innovar, creo firmemente que si no lo hiciera poco a poco desaparecería de la faz de la Tierra. Aunque a veces ciertos descubrimientos o desarrollos causen inconvenientes y tragedias al principio. La historia está llena de estos hechos. El descubrimiento de la máquina de vapor, de la electricidad, de los telares y de otras máquinas, y otros inventos parecidos, trajo una era de casi esclavitud, se fabricaba de todo y en grandes cantidades, se incentivaba a la gente a consumir. Al principio se creyó que muchos trabajos desaparecerían y fue bien distinto, se llegó a trabajar hasta dieciséis horas diarias y después se organizaron los trabajadores hasta conseguir respeto y reivindicaciones sociales en muchos países.

—Es casi cierto, y digo esto porque las estadísticas indican que, un tercio de la masa trabajadora del mundo está sin trabajo y si consideramos que los países altamente industrializados casi no tienen mano de obra cesante, llegamos a la conclusión de que los países pobres, que son la mayoría, aguantan el mayor peso —agregó el Presidente cabizbajo—, pero la cifra puede empeorar mucho más pues este Arturo hace casi de todo y por los momentos ha creado un peligroso y gran problema. Hubiera preferido que este invento se hubiera desarrollado mucho después y más lentamente, de este modo darnos tiempo a remediar la crisis que se avecinda.

Quién pidió permiso para hablar fue uno de los consejeros.

—Deberíamos cerrar la fábrica de robots, por los momentos no veo otra solución que logre inmediatamente resultados positivos. Estamos enfrentados a despidos en masa y en esta situación se pueden presentar desórdenes y violencia sostenida.

Alfredo Kruger no esperó ni pidió turno para expresar sus ideas, era un empresario decidido y fogueado en esta clase de conversaciones:

—O sea, que la gran solución es impedir que sigamos fabricando nuestro producto y abrirle el camino a muchos otros que ya casi, o quizás sin el casi, dominan la técnica.

—¡Quítate tú para ponerme yo! —continuó—. Con todo respeto no creo que esta decisión vaya a cambiar nada, excepto quitarnos del mercado. Al estilo de la ley seca que un montón de moralistas obligaron a decretarla y lo que se logró fue un incontrolable tráfico de bebidas alcohólicas, muchas de pésima calidad, que mandaron a muchos al hospital y hasta al cementerio. Deseo aclarar que esto no es una alusión personal pero hay que recordar la historia. Pues como dice el dicho, quien la ignora corre el riesgo de repetirla.

Todos quedaron por unos instantes silenciosos, lo que había dicho era verdad, pero…

De nuevo el Presidente tomó la palabra:

—Excelente discurso señor Kruger pero sin ninguna solución o remedio. He ordenado que nuestras fuerzas armadas, por los momentos, no compren ninguna versión de Arturo, sé que es una decisión peligrosa pues otros países no lo harán y podrían aventajarnos en poco tiempo. Esta decisión será por un corto tiempo pues, como ustedes han dicho, el progreso no se puede detener, lo que se puede hacer es retrasarlo —otra vez se sirvió otro sorbo de agua y apoyó su espalda al respaldo de la silla—. Todavía no hemos podido encontrar ni un pequeño camino que alivie esa situación tan explosiva.

—Si me permite señor Presidente —quién habló fue Santiago que había permanecido callado—, no tengo la solución pero quizás un camino que nos lleve a ella con el tiempo.

—Por favor adelante, ansiamos oír algo que nos dé un respiro —el Presidente lo dijo sin cambiar su cómoda posición en la silla y sin demasiadas esperanzas de escuchar algo positivo.

—Gracias señor Presidente, me temo que tendré que hablar bastante pues lo que voy a decir no se puede resumir en unas cuantas palabras.

Acotó el Presidente:

—Adelante por favor, no se detenga.

—Gracias señor. Dice la Biblia, ganarás el pan con el sudor de tu frente. Con esto se nos ha querido decir que nunca el hombre podrá prescindir del trabajo si quiere asegurarse la comida. Pero personalmente considero que no ha de ser así y aunque soy creyente, tengo derecho a mis opiniones. El hombre puede conseguir el pan haciendo que los Robots trabajen para y por el hombre —Los presentes pusieron interés a esas palabras— ¿Adónde quería llegar con este tema bíblico?.

Continuó Santiago sin moverse de su silla pero con los brazos apoyados en la mesa:

—Después de todo no dejaríamos de estar ocupados y por lo tanto no estaríamos ociosos. Lo que quiero decir es que el Robot puede y debe crear riqueza y nosotros beneficiarnos de eso. Los trabajos casi de esclavitud pueden y deben ser erradicados. Tenemos la manera de hacerlo y hay que hacerlo. Pero… y en eso deseo insistir… lo que está mal no es Arturo, es el sistema, nuestro sistema social, nuestro sistema capitalista deberá cambiar algo. Si no lo hace ahora lo tendrá que hacer después, se quiera o no, y será más doloroso. Debimos haberlo hecho cuando contemplamos pasivamente como el desempleo iba y va en aumento incluso antes de Arturo.

Tenía la atención total de los asistentes y esperaban que expresara lo que estaba mal del sistema y que parte o todo de él, debiera ser cambiado.

Santiago después de unos instantes donde rápidamente posó su mirada en cada uno de los asistentes prosiguió:

—Lo que voy a decir podría no ser del agrado de muchas personas, pero es lo que siento aun a riesgo de equivocarme. El sistema capitalista no tiene la solución ni tan siquiera la respuesta a la situación que ya estamos viviendo y que aun sin nuestro robot se hubiera producido igual aunque se hubiera tomado algún tiempo más como ya apunté. El robot aceleró los acontecimientos o los está acelerando. En los países subdesarrollados, que son la inmensa mayoría, el empleo siempre ha escaseado y el que con mucho esfuerzo obtiene la clase obrera es de remuneración tan pobre que solamente ocasiona penurias e imposibilidad de conseguir las necesidades más indispensables o básicas. Esto es una realidad, estos países no pueden ni podrán conseguir una solución definitiva a sus problemas. Incluso nosotros, aun siendo tan avanzados, tenemos abundante pobreza.

Volvió a tomarse una pausa para servirse un sorbo de agua pues sentía la boca seca por el nerviosismo del momento, acto seguido prosiguió:

—Disculpen pero necesitaba beber un poco de agua. Hay ocupaciones que nunca desaparecerán, por ejemplo los estudios y desarrollos científicos, arte, deportes, moda, educación, medios de comunicación como la radio, la televisión y el cine. No me imagino a dos robots haciendo una escena de amor en el cine, aunque somos capaces de cualquier absurdo —provocó la risa muy disimulada de algunos de los concurrente—. Muchos de los servicios, como los médicos, se podrían valer de Arturo pero la decisión final la daría el médico a través de una computadora o exámenes previos. El calor, el contacto humano lo necesitamos, necesitamos mucho más que una computadora para saber que importamos. En las empresas el personal de dirección difícilmente podrá ser reemplazado. De modo que el hombre debe ser reeducado para todos los puestos que ahora ni después podrá ocupar ningún robot, el cual deberá trabajar para que "El Paraíso Terrenal" perdido, se recupere.

—Nos espera un mundo feliz si manejamos bien las cosas y si lo hacemos así, probablemente el hombre pueda reducir muchísimo su horario de trabajo y ganar lo mismo sin encarecer los artículos o servicios porque el tiempo que el hombre dejaría de laborar lo cubrirían los robots sin cobrar sueldo. De manera que sería maravilloso que una persona, por ejemplo, no trabajara más de una semana al mes o tal vez menos y se pudiera dedicar a otra actividad como pasatiempo, que podría ser algún tipo de deporte, arte, ballet, canto, escribir o investigar, historiador, arqueología o algunas manualidades o artesanías, aunque algunas de esas habilidades las podría realizar un robot, nunca tendrían la creatividad inimitable del hombre. Lo que quiero decir es que el destino del ser humano no debe ser trabajar como un animal de carga. Con empeño puede y debe educarse para bien de él y de toda la humanidad.

El Presidente interrumpió la exposición de Santiago:

—Brillante lo que ha expuesto hasta ahora, es una filosofía muy interesante, pero incompleta. No olvide señor.. ¿Santiago…? —el aludido asintió—. Qué este mundo en que vivimos donde hay un cobro siempre hay un pago. O sea que si pagamos más y a más gente para acabar el desempleo alguien o muchos deberán comprar por más y entonces no habremos ganado mucho. Pero además, aunque este camino que usted ha expuesto fuera posible, tomaría mucho tiempo y mientras tanto ¿Qué haríamos con los desempleados? No se le puede decir al pueblo que tenga paciencia mientras se educa y que no coma o que coma menos.

—Bueno señor Presidente, permítame agregar —un poco impulsivamente, sin demasiada cortesía interrumpió Santiago ya con absoluto dominio de sí mismo—, no se cuán difícil sería estudiar e implantar una ley que diga que; aquellas empresas que deseen eliminar personal por haber sido sustituido por robots, no lo hagan y en cambio, redujeran el horario de trabajo en la misma proporción manteniendo los mismos sueldos y readecuándolos con cursos de especialización. Podría concedérseles a cambio una reducción en los impuestos, para empezar. Esto daría una medida, con el transcurrir del tiempo, de las horas máximas de cada jornada de trabajo según la especialidad o el tipo de labor. Algunos países industrializados en la década de los setenta ya lo hicieron, educando a la clase obrera en algunos trabajos con lo cual, los convirtieron en empleados y robotizaron la industria, una de ellas fue la automotriz.

—La idea podría ser estudiada señor Santiago, pero es de muy lenta aplicación pues amerita de estudios y períodos de prueba y ahora necesitamos una solución más rápida—. Pero prosiga por favor y excuse la interrupción. Comprenda que estamos ante un agudo problema.

—Gracias señor Presidente. Entiendo que un cambio tan radical no es en lo absoluto fácil, pero si no hacemos nada tendremos mayores problemas, por eso quisiera continuar con otras ideas que tengo y que podrían ser útiles.

Los otros tres amigos de Santiago e incluso Kruger, el presidente de la empresa, estaban alelados, no conocían estas habilidades de su socio. Con los ojos bien abiertos seguían escuchando sus sugerencias.

—Por favor estamos interesados en sus exposiciones, después de todo hoy por hoy no tenemos nada que ayude. Prohibir la fabricación de robots no parece ser una buena idea, pues sería cuestión de tiempo y muy corto por cierto para que la ilegalidad imperara —después de esas palabras el Presidente volvió a arrellanarse en su silla. Le agradaba aquel joven, era muy inteligente pues sus ideas llegaban más allá de las científicas.

—Como siempre parece ser que el dinero es el gran inconveniente, pero también parece que se puede imprimir sin demasiadas consecuencias si quien lo imprime es nuestro país… o la Europa unida ahora.

Esta aseveración puso tensos e interesados a todos los oyentes de nuevo. Después de breves momentos continuó Santiago:

Partes: 1, 2, 3
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